Presentimientos de clase

Wall Street lleva cinco semanas consecutivas cerrando con pérdidas, no ocurría desde 2004. ¿Soy yo un analista de mercados? No, Locke, me libre. Sin embargo, la experiencia me dice que esto, de alguna forma difusa y seguramente todavía por pergeñar, acabará perjudicándonos. Y con ese “nos” me refiero a todos los que fuimos criados con la monserga equivocada; a los que nos dijeron: come lentejas porque tienen mucho hierro, pero nunca: agarra una visa porque tienen mucho oro. Por si les cabe alguna duda de a quiénes me refiero, somos los tipos a los que Azuela llamó “los de abajo”. Y con ese abajo, quiero decir abajo.

La misma premonición, distinto contexto: Mariano I El Grande se sienta hace unas horas en la mesa redonda del Círculo de Economía (catalán). Dejándose llevar por las compañías (apréciese la polisemia), afirma: “Tendremos el Estado de Bienestar que nos podamos permitir.” Y nadie pregunta: ¿Que nos podamos permitir todos o cada uno?

Y vuelve el presentimiento, reacciono como el perro que ve un periódico enrollado. Y, entonces, es entonces, cuando Rajoy se saca un condicional del modo y nos tranquiliza, porque, al menos, sabemos que a él le gustaría: “A mí me gustaría mantener la educación, la sanidad y las pensiones.” Y a mí me gustaría hablar alemán, que lo de Carla Bruni conmigo hubiese sido diferente y que alguien rentabilizase la poesía, pero dos de esas tres cosas son prácticamente imposibles y una irreversible.

Y aquí está almendra de asunto: para los mercados hay dos tipos de estado de bienestar: el imposible y el irreversible. El nuestro era de los segundos, esa rareza equitativa europea que no comprenden las personas que en vez de alma tienen Excel. En indicativo no hay manera de conectar ambos tipos, pero la naturaleza del mercado es especulativa, y se especula en condicional y en subjuntivo. Y éste es el camino al que apunta Rajoy: del condicional pasaremos al subjuntivo y desde ahí el camino es muy corto hasta el pretérito, desde luego, perfecto y bien simple. Entonces nos dirán que el estado de bienestar es imposible, y nosotros comprenderemos, oh maravillas del léxico, la auténtica dimensión de la palabra irreversible.